Las varitas mágicas forman parte del universo de imaginación de los niños. Con ellas se pueden conseguir cosas que de otro modo son inalcanzables. Hadas, magos y brujas utilizan sus varitas mágicas en cuentos de fantasía de los que los niños quieren ser protagonistas.

Y como no existen las varitas sin los cuentos, os traemos un precioso cuento para enseñar a los niños a compartir. Por supuesto, la protagonista es una varita mágica

La varita gastada

 

Iba una vez un niño por el bosque buscando fruta, y tanto buscó y buscó que llegó la noche y se perdió. Estuvo dando vueltas durante mucho tiempo, hasta que a lo lejos escuchó un gran alboroto. Se acercó y descubrió que el ruido procedía de una pequeña casita donde brillaba una luz, y pensó en pasar la noche con aquella gente.

Llamó varias veces, pero como nadie abría la puerta y seguía habiendo un ruido enorme, decidió entrar. Al instante, se hizo un gran silencio, y se encontró con miles de ojos que le miraban asustados: vasos, espejos, cuadros, sillas… ¡todo en aquella casa estaba vivo! ¡y le miraba!

– Buenas noches – dijo el niño.
Y de nuevo comenzó un alboroto enorme de respuestas y alegria:
– Uff, qué miedo – oyó que decían algunos
– Bah, es sólo un chiquillo- escuchó a sus espaldas. Y el molesto ruido de voces siguió por un buen rato….

– ¡¡¡Silencio!!! – gritó harto de tanto ruido el niño – ¿dónde estoy?
Y nuevamente respondieron todos a la vez.

– ¡¡ Callaos, por favor!! – suplicó. – Tú, la mesa, por favor, contesta, ¿quién manda aquí? ¿y por qué estáis todos vivos?
– Aquí mandaba esa varita mágica que está junto a tus pies, pero ya no le queda nada de magia, la repartió entre todos.

Efectivamente, una pequeña varita a sus pies era el único objeto que no parecía estar vivo. Comprendiendo que aquel era el origen de tal desorden, pensó en tratar de arreglarlo.

– ¿Y no os da vergüenza ser tan egoístas? ¿por qué no le devolvéis un poquito de su magia?

Un pequeño murmullo egoista empezaba a llenar la habitación, cuando el viejo espejo susurró, «vale, de acuerdo», y haciendo una gota dorada con uno de sus ojos, la dejó caer sobre la varita, que comenzó a toser un poco.

– ¡Está viva! – se alegró un libro. Y también le dio su gotita dorada de magia.

Y así, todos fueron cediendo parte de su magia a la varita, que recuperó un aspecto brillante y divertido, adornado con cientos de colores. Y llena de alegría fue a posarse en la mano del niño, que al momento se cubrió con una nube de estrellas para aparecer vestido de mago. Y así fue como aquel niño se convirtió en el mago del bosque, y con alegría y sabiduría siguió animando a todos a compartir lo que tenían.

Fuentes: The toy maker; Cuentos para dormir

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