Todos conocemos a Ariel, la maravillosa Sirenita de la película de Disney… pero ¿sabíais que el cuento La Sirenita original es bastante diferente a la versión de Disney? La Sirenita es un cuento de hadas escrito por el escritor y poeta danés Hans Christian Andersen, famoso por sus cuentos para niños. Fue publicado por primera vez el 7 de abril de 1837.

En 1989 Disney estrenó su versión animada, la que todos conocemos con Ariel, el pececito Flounder y el cangrejo Sebastián como protagonistas. Sin embargo son muchas las diferencias entre el cuento clásico La Sirenita de Andersen y esta versión. Para comenzar, la protagonista del cuento original no tiene nombre propio, al contrario de la famosa princesa Disney, que se llama Ariel; la bruja original tiene un papel muy secundario, y no es un personaje maligno, sino en cierto modo neutral. Pero sobre todas las cosas, en el cuento clásico el príncipe está enamorado de otra princesa desde el principio, y los finales son completamente distintos. En el cuento, La sirenita no consigue el amor del príncipe, mientras que en la película el amor entre ellos acaba triunfando frente a las adversidades.

Pero claro, sería difícil imaginar una peli de Disney donde el amor no triunfa, ¿no os parece? De todos modos, en esta ocasión os traemos la versión clásica de La Sirenita, esa que de cierto modo es la menos conocida… además también os dejamos el cuento animado en vídeo y al final hablaremos sobre la moraleja de La Sirenita.

La Sirenita, un cuento clásico

Cuento La Sirenita

En el fondo del mar, en un espléndido castillo decorado con miles de corales multicolores y conchas preciosas, vivía el Rey del Mar y sus cinco hijas, las bellísimas sirenas.

La sirenita más joven, además de ser bella tenía una voz celestial. Cada vez que cantaba, las criaturas marinas acudían desde todos los rincones del océano para escucharla. El mar entero parecía danzar para acompañarla…

La Sirenita sueña con ver el cielo

La más joven de las hermanas cantaba añorando la luz del sol: soñaba con conocer el cielo, ¡había oído historias tan maravillosas! Sus hermanas mayores habían podido subir a la superficie al cumplir 15 años, y habían regresado contando anécdotas encantadoras sobre el perfume de las flores, el color del cielo, las voces de los hombres y los maravillosos objetos que construían.

-Todavía eres demasiado joven -le decía su abuela- Cuando tengas quince, el rey te dará permiso para subir a la superficie, como a tus hermanas.

Cada vez que sus hermanas volvían de la superficie, la Sirenita las llenaba de preguntas; su curiosidad era inagotable y su deseo de conocer el mundo más allá del océano se hacia cada día más fuerte.

El cumpleaños de la Sirenita

La Sirenita Cuento Infantil

Por fin llegó el día de su cumpleaños. La noche anterior la sirenita no pudo dormir, tan ansiosa estaba de que llegara el día tan esperado. Por la mañana, su padre la llamó y mirándola con orgullo, pensó que su pequeña se estaba convirtiendo en una joven hermosa e inteligente.

-Bien hija mía, ha llegado el día, tienes mi permiso para subir a la superficie a respirar el aire y ver el cielo. Pero recuerda, ¡el mundo que verás no es el nuestro! Somos hijos del mar, y como tales solo podemos admirar el mundo de los hombres. Nunca te acerques a ellos, puede ser muy peligroso, ¡ten mucho cuidado hijita!

Casi sin esperar a que su padre terminara de hablar, La Sirenita le dio un beso y nadó a toda velocidad hacia la superficie.

Por fin en la superficie

De repente, emergió del agua y la luz del sol la encandiló por unos segundos. Lo que vio le pareció todavía más hermoso que en sus sueños. El sol estaba escondiéndose en el horizonte, tiñiendo el cielo de un color rosa intenso. Las  gaviotas revoloteaban en el cielo dando graznidos, y la brisa le acariciaba el rostro dulcemente.

-¡Qué hermoso es todo! -exclamó feliz, dando palmadas.

Pero las sorpresas solo estaban comenzando; de repente vio una nave majestuosa que se acercaba lentamente: podía oír las voces de los marineros que conversaban y reían alegremente…

-¡Cómo me gustaría poder hablar con los humanos!, pensó. Pero al instante miró su brillante cola de pez, y se entristeció: «¡nunca seré como ellos!»

La nave ancló cerca de unos escollos, y desde allí, escondida, la Sirenita se quedó observando todo lo que sucedía a bordo. Al caer la noche, la música comenzó a sonar y una fiesta improvisada animó la cubierta; la joven podía escuchar claramente cómo los marineros cantaban y gritaban:

-¡Felicidades capitán! ¡Brindemos por sus primeros veinte años!

La Sirenita sintió aún más curiosidad por descubrir a quién iban dirigidos todos aquellos vítores. Entonces lo vio: alto, moreno y de porte real, un joven sonreía feliz entre los marineros. La pequeña sirena no podía dejar de mirarlo: una extraña sensación la embargó, un sentimiento que nunca antes había percibido. Su corazón comenzó a latir muy fuerte, y su estómago se retorció como si cientos de pececillos nadaran a toda velocidad en su interior.

La Sirenita

La fiesta seguía a bordo, sin que los humanos se dieran cuenta de que una gran tormenta se acercaba de manera imprevista. La Sirenita conocía muy bien los caprichos del mar, y trató de advertirles del peligro: pero sus gritos se perdieron entre el ruido amenazante del viento y las olas que se alzaban cada vez más altas.

La furia de la tormenta quebró en un instante el mástil de la nave, que al caer destrozó la cubierta. En pocos minutos el barco se hundió, ante los ojos aterrorizados de la Sirenita. La jovencita vio cómo el joven capitán caía al mar, y se lanzó nadando a toda velocidad para socorrerlo. Luchando contra la fuerza de las olas, logró divisarlo y alcanzarlo. El joven estaba inconsciente, y la Sirenita lo sostuvo entre sus brazos hasta que la tormenta amainó. Cuando amaneció, con un gran esfuerzo nadó hasta la costa y depositó al capitán sobre la arena. Se quedó junto a él, con su cola rozando el agua, hasta que un rumor de voces cercanas la asustó y la obligó a regresar al mar.

Un deseo peligroso

Desde el mar, a escondidas, vió como un grupo de personas se acercaba corriendo hacia el joven. Una hermosa dama fue la primera en llegar hasta él y se arrodilló a su lado tratando de reanimarle.

El capitán recobró el conocimiento, y lo primero que vieron sus ojos fue el rostro de la bella joven que lo estaba ayudando.

-¡Gracias por haberme salvado! -le susurró a la bella desconocida.

La  pobre Sirenita, desde el agua, los vio alejarse hacia un castillo cercano, sin poder decirle al joven que era ella quien le había salvado de una muerte segura. El joven capitán resultó ser el príncipe de aquellas tierras, y el castillo era su hogar.

Cuento Clásico La Sirenita
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Lentamente y con un gran peso en el corazón, regresó nadando hacia mar abierto. Sentía que dejaba una parte de sí misma en aquella playa, ¡nunca se había sentido tan feliz como durante las horas en que tuvo al joven entre sus brazos!

Cuando llegó al palacio, no dijo nada sobre el barco, la tormenta y el humano del que se había enamorado. Pasaban los días y se sentía cada vez más triste: sabía que su amor por el joven capitán era imposible… ¿o no?

De repente tuvo una idea: la Hechicera de los Abismos era la única que podía ayudarle, pero ¿cuál sería su precio? Sin pensarlo dos veces, nadó hacia los abismos en los que vivía la bruja para hacerle su peligroso pedido.

-Entonces jovencita, ¡estás segura de que quieres deshacerte de tu cola de pez?-le preguntó la hechicera con aire complacido. La Sirenita asintió atemorizada.

-Te daré las dos piernas que tanto sueñas, pero tienes que saber algo: cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un terrible dolor.

-¡No me importa!- respondió la Sirenita entre lágrimas- ¡Haré cualquier cosa para volver con él!

-¡Todavía no he terminado!- la interrumpió la bruja- Además, deberás darme tu hermosa voz, ¡y te quedarás muda para siempre!. Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo se convertirá en espuma y desaparecerás entre las olas para siempre.

-¡Acepto!- dijo la Sirenita. Sin dudarlo un instante, cogió la poción mágica que la hechicera le preparó y nadó con todas sus fuerzas hacia la superficie. Llegó a la playa donde había dejado a su amado, se arrastró como pudo hacia la arena y bebió la poción.

El encuentro con su amado

Inmediatamente todo se volvió confuso y perdió el conocimiento. Cuando volvió en sí, lo primero que vio fue el rostro del joven príncipe sonriéndole. La había encontrado mientras daba un paseo por la playa, y la había cubierto con su capa protegiéndola de la intemperie.

-No temas- le dijo- estás a salvo. ¿De dónde vienes?

Pero la Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no pudo responderle.

-Te llevaré al castillo y te curaré.

Los días siguientes para la Sirenita fueron felices y llenos de sopresas: acompañaba al príncipe en sus paseos, llevaba maravillosos vestidos e incluso fue invitada al baile que daba la corte. Pero la Sirenita sufría en silencio: como la hechicera le había predicho, cada vez que caminaba sentía tremendos dolores en sus piernas. Sin embargo era feliz: el príncipe le tenía afecto y la colmaba de gentilezas.

Pero a pesar de que el príncipe había aprendido a estimar a aquella joven silenciosa y misteriosa, su corazón no podía olvidar a la desconocida que había visto cuando fue rescatado después del naufragio. Desde ese día no había vuelto a verla, porque la joven había regresado de inmediato a su país. La sirena percibía que su amor por el príncipe no era correspondido, y esto le llenaba de dolor el corazón. Sin embargo, poder estar a su lado la consolaba. Pero el destino le reservaba otra sorpresa…

Un barco en el horizonte

Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una nave que se acercaba al puerto. El príncipe decidió ir personalmente a recibirla, acompañado por la Sirenita. Inmediatamente después de que la nave atracó, la desconocida joven que el príncipe llevaba en el corazón bajó del barco, y él al verla corrió a su encuentro lleno de felicidad. En ese momento la sirena sintió un dolor agudo en el corazón, y comprendió que perdería a su amado para siempre.

La joven había regresado porque también ella se había enamorado del príncipe y no podía olvidarlo. Sin dudarlo el príncipe le pidió que se casara con él, y ella aceptó al instante. La boda se celebró a los pocos días, y los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que todavía estaba amarrada en el puerto. También la Sirenita subió a bordo y el barco zarpó.

El destino de la Sirenita

Al caer la noche, la Sirenita subió a cubierta. Recordaba muy bien la profecía de la hechicera, y estaba dispuesta a cumplir su destino lanzándose al mar. Pero en ese momento, escuchó las voces de sus hermanas que la llamaban desde el agua:

-¡Hermana, somos nosotras! Toma este puñal mágico que nos ha dado la hechicera del mar a cambio de nuestros cabellos. ¡Antes del amanecer debes matar al príncipe con este puñal! Solo así se romperá el hechizo y podrás volver con nosotras a casa siendo de nuevo una sirena.

Entre lágrimas, la Sirenita cogió el puñal y se dirigió hacia el camarote de los esposos. Pero apenas vio el rostro de su príncipe dormido, tomó una decisión. Le dio un beso sin despertarlo y regresó a la cubierta. Cuando ya amanecía, dio una última mirada hacia el mundo que dejaba atrás y se lanzó al mar, dispuesta a cumplir su destino.

El sol lanzó sus primeros rayos sobre el mar, y la Sirenita se volvió para verlo por última vez. Pero de repente, una fuerza misteriosa la levantó por los aires hasta el cielo; la sirena escuchó unas voces que la llamaban:

-¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Ven con nosotras!

-¿Quiénes sois?- murmuró la joven, dándose cuenta asombrada de que había recuperado su voz

-Somos las Hadas del Viento. Nuestro deber es ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia los hombres.

La Sirenita las observó conmovida. Las hadas siguieron diciéndole:

-Nosotras, al igual que tú, no tenemos un alma como los hombres. Pero cuando hayamos hecho el bien durante trescientos años recibiremos un alma inmortal como premio por nuestras buenas acciones. Tú has demostrado que tu corazón es generoso y te has elevado hacia el mundo de los espíritus del aire, donde solo depende de ti conquistar un alma inmortal con tu bondad- le dijeron.

Y la Sirenita, levantando los brazos al cielo, lloró de agradecimiento. Miró hacia la nave y vio al príncipe y su esposa que observaban el mar desde la cubierta. La Sirenita, ya invisible a los ojos humanos, abrazó a los esposos, sonrió y en seguida voló hacia el cielo con las demás hijas del viento, envueltas en una nube de color rosa.

El cuento infantil La Sirenita en vídeo

Hasta aquí hemos leído la historia clásica del cuento infantil de La Sirenita. Pero si todavía preferís el final alternativo de Disney, con la Sirenita que culmina su sueño de amor con el príncipe, podéis ver este bonito cuento animado:

La moraleja de La Sirenita

La moraleja de la Sirenita es bastante clara: el verdadero amor es generoso, nunca egoísta. Quien ama desea la felicidad de la persona querida, aunque esta felicidad vaya contra los propios deseos. Otra enseñanza importante que nos deja el cuento es que la bondad y la generosidad tienen su recompensa, porque las buenas acciones nos hacen ser personas mejores. ¿Estáis de acuerdo?

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