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Fábula El cuervo y el zorro – (Versión de Esopo)
Un día, un cuervo encontró un gran trozo de queso y voló hasta la rama de un árbol para disfrutarlo tranquilo. Lo sujetaba con fuerza en su pico, sin intención de soltarlo.
Por allí pasaba un zorro hambriento que, al ver el queso, empezó a pensar cómo podría conseguirlo. Como no podía subir al árbol, decidió usar la astucia.
—¡Oh, señor cuervo! —dijo el zorro con voz suave—. ¡Qué plumaje tan brillante tiene usted! ¡Qué presencia tan elegante! Seguro que también tiene una voz preciosa. ¿No me regalaría el placer de oírle cantar?
El cuervo, halagado y deseoso de demostrar su talento, abrió el pico para cantar. En ese mismo instante, el queso cayó al suelo, y el zorro lo atrapó al vuelo.
—Gracias por el almuerzo, amigo —dijo el zorro, y se marchó con el trozo de queso entre los dientes.
Fábula El cuervo y el zorro – (Versión adaptada de Jean de La Fontaine)

Un cuervo en lo alto de un árbol se hallaba,
con un queso en el pico que bien resguardaba.
Pasó por allí un zorro, con hambre y astucia,
y al ver tal bocado, pensó con malicia:
—¡Buenos días, señor cuervo, qué gusto encontrarle!
Su plumaje es brillante, no puedo dejar de mirarle.
Seguro que canta con gracia y pasión,
¿me haría el honor de oír su canción?
El cuervo, halagado por tanta atención,
quiso demostrarle su gran entonación.
Abrió bien el pico para echarse a cantar…
¡y el queso al instante cayó sin pensar!
El zorro lo atrapó y dijo burlón:
—Aprende, buen cuervo, esta gran lección:
los halagos vacíos suelen ser disfraz
de quien quiere algo más… y se lo llevará
Moraleja de El cuervo y el zorro
No te dejes llevar por los halagos: a veces esconden malas intenciones.
¿Quién escribió la fábula “El cuervo y el zorro”?
La fábula de El cuervo y el zorro tiene su origen en la antigüedad, y fue escrita por Esopo, un narrador griego del siglo VI a. C. Esopo es considerado el padre de las fábulas tal como las conocemos hoy: relatos breves protagonizados por animales que representan comportamientos humanos y que siempre terminan con una enseñanza o moraleja. En la versión original, Esopo relató cómo un cuervo pierde su queso al dejarse engañar por los halagos del zorro, con una advertencia clara sobre la vanidad y la manipulación.
Muchos siglos después, en el siglo XVII, el escritor francés Jean de La Fontaine recopiló y versionó esta y muchas otras fábulas clásicas, dándoles un nuevo estilo. La Fontaine las transformó en poemas breves en verso, más elaborados y con un lenguaje refinado. Aunque respetó la estructura y el mensaje de Esopo, añadió detalles, ironía y un tono literario que las hizo especialmente populares entre el público de su época, sobre todo en la corte francesa.
Así, El cuervo y el zorro que conocemos hoy tiene una doble herencia: la simplicidad moral de Esopo y el ingenio elegante de La Fontaine. Ambas versiones siguen vigentes porque, aunque diferentes en forma, transmiten una lección universal: cuidado con los halagos cuando vienen acompañados de intereses ocultos.