Creo que no existe una palabra más usada en artículos de divulgación que la tan manida “autoestima”. Pero realmente, ¿de qué estamos hablando?

La autoestima sería la capacidad de uno mismo de establecer una identidad (¿quién soy? ¿soy simpática, alta, desprendida, capaz de estudiar, torpe?) y darle un valor (¿me gusta lo que soy? ¿cómo valoro mi cuerpo, mi personalidad, mi forma de moverme?).  Esta opinión de nosotros mismos produce que nos propongamos retos más o menos desafiantes, o que evitemos determinadas situaciones por no considerarnos capaces a sacarlas adelante.

Podríamos preguntarnos, ¿cómo se va formando este concepto de uno mismo? Hay una pregunta muy reveladora que me gusta hacer en consulta, ¿qué has escuchado hablar de ti en tu familia?. Parece que el estilo de crianza de los padres durante los tres o cuatros primeros años determina la cualidad de autoestima inicial del niño. Tiene sentido, al fin y al cabo, los mensajes que recibimos al inicio de nuestras personas queridas son lo que van conformando lo que siento que soy (eres igual que tu padre, qué desordenada, eres preciosa…). La mirada que los padres establecen hacia sus hijos conformarán su propia mirada de adultos. El niño podrá reconocerse, quererse, estimarse y valorarse siempre y cuando alguien lo quiera, estime y valore.

Claro, y os estaréis preguntando, esto está muy bien, pero ¿cómo hacerlo? Aquí van algunas ideas:

1)   CONOCE A TU  HIJO. Si, lees bien, conócelo de veras. Obsérvalo, comparte juegos, escucha sus preguntas, sus intereses y déjale que se equivoque. Tu hijo no va a ser el niño/a que imaginaste, aquel que fantaseabas en el embarazo o en tu proceso de adopción. El real es imperfecto (como nosotros como padres), por lo que no se duerme cuando queremos o estamos cansados, llora porque quiere algo, se mancha aunque tenga una ropa recién puesta…

2)   Échale VALOR: transmite a tu hijo lo positivo de ser él mismo, con sus valores y sus limitaciones. Me paso la vida viendo cómo los adultos no aceptamos con honestidad quienes somos (debería ser más delgado, más listo, más eficiente…) y ya no digamos como padres (pórtate “bien”, haz caso, eres un trasto, eres clavadito a…). Afortunadamente no hay que ser de una determinada manera, aunque los colegios y la sociedad nos empeñamos en unificar y uniformar. Para mejorar habrá que empezar por aceptarse y, a veces, decirse “si, es así, aunque no me guste”.

3)   Busca sus CUALIDADES y HÁZSELAS SABER. Muchos padres se plantean si estarán mimando a sus hijos en exceso, o si van a ser unos engreídos. O bien, que no es necesario decir ciertas cosas, ya que se trata, como los estudios, en su obligación. Recordad que  parte de la autoestima inicial se forma en los primeros años por lo que escuchamos de nosotros. Todos tenemos cualidades positivas, busca la de tu hijo y díselo. Le ayudarás a crecer, a conocerse… y como la vida es limitación, permítele cometer errores, ser imperfecto. A “portarse bien” se aprende.

4)   EL APOYO DE LOS PADRES HA DE SER INCONDICIONAL. Es frecuente que los niños sean muy sensibles a si sus padres se enfadan con ellos. Mi hija con dos años y medio me pregunta ¿estás enfadada mamá? cuando hace algo que sabe que no me gusta. Es importante hacerles ver a los niños que el cariño, el apoyo y el amor hacia ellos de los padres está ahí hagan lo que hagan. Os recomiendo un libro de Rebeca Wild llamado Educar para ser. Hoy día parece que se valora más lo académico, los resultados… y quizás prestamos menos atención al bienestar, a lo sencillo, a compartir buenos momentos.

5)   LO PELIGROSO DE LAS ETIQUETAS. Separa un comportamiento de un rasgo de personalidad. Un niño puede moverse mucho y no por ello es “hiperactivo”, o bien a veces se empeña en algo que quiere y no por ello es un “cabezón”. ¿O es que no somos mucho más que unas simples etiquetas?.

La crianza de los hijos es una tarea complicada donde las haya, no hay un libro de instrucciones, muchas veces vamos improvisando, reformulando, aprendiendo según crecen. Un optimismo inteligente en tu vida, hará que sea más fácil ponerlo en práctica junto con tus hijos, ¿te animas a intentarlo?

¡Vota si te ha gustado!