Caldo de pollo casero

Receta de caldo de pollo
Descubre cómo preparar un caldo de pollo casero sabroso, con trucos para aprovechar los restos de pollo y verdura al máximo.

El caldo de pollo es uno de esos básicos que nunca fallan en la cocina. Es de esas recetas que todas las madres y abuelas tienen apuntadas en algún cuaderno, aunque en realidad se aprende más viéndolo que leyéndolo. En casa lo preparo casi cada semana, porque me sirve tanto para sopas rápidas cuando llegamos tarde como para dar más sabor a un arroz o a un guiso.

No sé si te pasa también, pero cuando alguien está un poco pachucho, sobre todo los niños, lo primero que pensamos es en un buen caldo calentito. Es como esa medicina casera de toda la vida que reconforta y nutre al mismo tiempo. Además, cuando lo haces tú misma, sabes exactamente lo que lleva: pollo, verduras frescas, especias y nada más, sin añadidos raros.

Y claro, podrías comprarlo ya hecho en el supermercado, pero sinceramente, no tiene nada que ver. El sabor, el aroma que se queda en la cocina, incluso el color… todo cambia. Hacer un caldo de pollo casero es barato, sencillo y te soluciona un montón de comidas. A mí me gusta preparar bastante cantidad y luego congelarlo en tarros, así siempre tengo a mano un buen fondo de cocina para lo que surja.

Receta de caldo de pollo

Ingredientes

  • 1 pollo entero troceado (o unos 800 g de carcasa y muslos)
  • 2 zanahorias
  • 2 ramas de apio
  • 1 cebolla grande
  • un trozo de nabo
  • 2 hojas de laurel
  • 1 manojo pequeño de perejil fresco
  • 8-10 granos de pimienta negra
  • 2,5 litros de agua
  • Sal al gusto

Cómo hacer caldo casero de pollo

  • Para empezar, lo primero es preparar todos los ingredientes. El pollo conviene lavarlo un poco bajo el grifo y retirarle el exceso de grasa para que el caldo no quede demasiado pesado. Las verduras simplemente hay que pelarlas y cortarlas en trozos grandes, nada muy fino porque después lo colaremos.

  • Caldo De Pollo Casero

    En una olla grande ponemos el pollo, las zanahorias, el apio, la cebolla, el nabo, el laurel, el perejil y los granos de pimienta. Cubrimos todo con el agua y lo llevamos al fuego. En cuanto rompa a hervir, verás que empieza a salir una espuma en la superficie, es normal. Solo hay que retirarla con una espumadera para que el caldo quede más limpio.

  • Después de eso, bajamos el fuego y dejamos que se cueza a fuego lento. Si lo haces en olla normal, unas dos horas va bien. En la olla exprés basta con unos 30 minutos y en una olla lenta lo puedes dejar unas 6 horas sin preocuparte demasiado. La clave es que hierva despacito, sin prisas, porque así el caldo saca todo el sabor del pollo y las verduras.

  • Caldo De Pollo

    Cuando ya esté listo, apagamos el fuego y lo colamos con un colador fino. El pollo y las verduras se pueden aprovechar para croquetas, puré o empanadillas, así que no hace falta tirarlo. El caldo, una vez colado, puedes usarlo directamente o guardarlo en la nevera en tarros de cristal. Si lo dejas enfriar, verás que se forma una capa de grasa arriba, y se puede quitar fácilmente con una cuchara.

Consejos para hacer caldo de pollo

  • Usa pollo de corral si puedes, porque el sabor es más intenso y además el caldo coge un color más dorado y apetecible. Con un pollo normal de supermercado también sale rico, pero notarás la diferencia en cuanto lo pruebes.
  • No te pases con la sal al principio. Lo ideal es añadir solo un poquito o incluso nada durante la cocción, porque el caldo se reduce y podría quedarte demasiado salado. Lo mejor es rectificar de sal al final o justo en el momento de usarlo en la receta que vayas a preparar.
  • Es importante retirar la espuma que se forma en la superficie al inicio de la cocción. Esa espuma son impurezas de la carne y si no la quitas, el caldo puede quedar más turbio y con un sabor algo más fuerte de lo normal. Con una espumadera lo tienes hecho en un par de minutos.
  • Si quieres un caldo más ligero, quita la piel del pollo antes de ponerlo en la olla. La piel aporta bastante grasa y hace que se forme una capa más gruesa al enfriar. Sin piel, el caldo sale igual de sabroso pero menos pesado.
  • A veces merece la pena añadir un hueso de jamón o de ternera para darle un extra de sabor y consistencia. Eso sí, ten en cuenta que cambia el gusto, ya no será un caldo de pollo tan “neutro”, sino más potente. A mí me gusta hacerlo cuando quiero un caldo para sopas contundentes o para dar fondo a un guiso.
  • Si tienes poco espacio en el congelador, una buena idea es reducir el caldo dejándolo hervir sin tapa durante un rato más, hasta que se concentre. Luego lo puedes congelar en cubiteras de hielo o en tarros pequeños. Así, cada cubito equivale a una buena cucharada de sabor que puedes añadir directamente a cualquier plato.
  • En cuanto a la conservación, en la nevera aguanta unos 3 o 4 días sin problema, siempre que lo guardes en recipientes bien tapados de cristal o plástico hermético. Es normal que al enfriarse se forme una capa de grasa arriba, y eso incluso ayuda a conservarlo mejor. Si no quieres tanta grasa, basta con retirarla con una cuchara antes de calentar el caldo.
  • Para congelar, lo más práctico es hacerlo en porciones pequeñas. Puedes usar bolsas de congelación o tarros de cristal (dejando siempre un par de centímetros libres porque al congelar aumenta de volumen). Así solo sacas lo que necesitas y no tienes que descongelar un litro entero. Congelado te aguanta perfectamente unos 3 meses, y cuando quieras usarlo lo descongelas en la nevera o lo pones directamente en la olla a fuego suave.

Cómo acompañar el caldo de pollo

El caldo de pollo, tal cual, ya está buenísimo, sobre todo esos días de frío en los que apetece algo caliente y reconfortante. Pero la verdad es que tiene mil usos en la cocina, y casi todos muy fáciles.

Lo más clásico es preparar una sopa de fideos. Solo necesitas calentar el caldo, añadir los fideos y en unos minutos tienes un plato rápido y que gusta a todo el mundo. También puedes variar con arroz, sémola o estrellitas, que a los niños les encanta. Si quieres hacerlo un poco más completo, añade un huevo duro picado, un poco de jamón serrano en taquitos o unas hierbas frescas como perejil o cilantro.

Otro uso muy común es como base para arroces y guisos. Cambia mucho un arroz cocinado con agua a uno hecho con caldo de pollo, el sabor se multiplica. Lo mismo pasa con las legumbres o los guisos de carne: un buen caldo marca la diferencia.

También puedes usarlo para cremas, sopas y purés. Sustituir el agua por caldo de pollo hace que las verduras tengan más sabor sin necesidad de añadir pastillas comerciales. Una crema de calabacín o una crema de calabaza, por ejemplo, queda mucho más rico con este truco. Y ya ni te cuento la sopa de cebolla….

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Y si te gusta la cocina un poco más elaborada, el caldo de pollo es perfecto para preparar risottos o salsas. Eso sí, en estos casos mejor usar un caldo más ligero, sin demasiada grasa, porque se va reduciendo a medida que cocinas.

Bueno, pues ya ves que el caldo de pollo no tiene ningún misterio, pero sí un montón de posibilidades. A mí me gusta preparar bastante cantidad de una vez, porque sé que luego lo voy a usar en sopas rápidas, en algún arroz improvisado o incluso cuando los peques están con la tripa revuelta y solo les apetece un caldito suave. Es de esas recetas de siempre que nunca fallan.

Si no lo has probado aún casero, te animo a hacerlo, porque de verdad que cambia muchísimo la cosa respecto al que venden ya preparado. Y si ya lo haces, quizá te venga bien algún truquillo de conservación para tener siempre un poco a mano. La cocina diaria se lleva mejor cuando tienes estos básicos listos, y el caldo es uno de los imprescindibles.

Te sugiero algunas recetas para aprovechar el pollo y las verduras que te quedarán del caldo. El pollo cocido que queda después de colarlo es perfecto para preparar unas croquetas de pollo caseras, que en mi casa vuelan en cuanto las saco a la mesa. También puedes desmenuzarlo y usarlo en empanadillas, canelones o incluso en una ensalada de pollo templada con un poco de mayonesa y verduras frescas.

Las verduras tampoco hace falta desperdiciarlas. Con la zanahoria, el apio y la cebolla puedes hacer un puré de verduras suave, solo tienes que triturarlas con un poco del propio caldo de pollo y añadir un chorrito de aceite de oliva. Otra opción es picarlas bien y mezclarlas con el pollo desmenuzado para rellenar unas fajitas o unas tortillas de trigo. Incluso puedes guardarlas para dar espesor y sabor a una salsa casera de tomate o a un guiso.

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