La salsa César es una de esas recetas que todo el mundo conoce, pero que pocos se animan a hacer en casa. Normalmente la asociamos con la típica ensalada César —con pollo, lechuga romana, croutons y queso—, pero lo cierto es que esta salsa tan sabrosa le va de maravilla a un montón de ensaladas diferentes. Yo la he llegado a poner hasta con una ensalada de garbanzos y, oye, no sabes lo bien que combina.
A ver, siendo sincera, durante años fui de los que la compraba ya hecha, de bote. Cómodo, sí. Pero en cuanto aprendí a hacerla casera… pues nada, se acabó. Tiene ese punto cremoso, salado y con un toque a ajo que engancha. Y lo mejor es que no es nada difícil de preparar, en serio. Solo hay que pillarle el truco.
Y otra cosa: no sé si te ha pasado, pero muchas veces creemos que estas salsas “de restaurante” llevan mil ingredientes raros o técnicas complicadas. Pues no. Esta es una de esas recetas que, una vez la pruebas, dices: “¿¡Pero cómo no la he hecho antes!?”
ÍNDICE DE CONTENIDOS
Receta de salsa César para ensaladas
Ingredientes
- 1 huevo
- 1 diente de ajo pequeño
- 2 filetes de anchoa en aceite
- 1 cucharada de mostaza de Dijon
- 2 cucharadas de zumo de limón
- 1/2 taza de aceite de girasol
- Un chorrito de vinagre blanco o de manzana
- 1 cucharadita de salsa Worcestershire (salsa Perrins)
- Sal y pimienta negra
Cómo hacer salsa César
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Lo primero es preparar todos los ingredientes. Pela el ajo y córtalo en trozos pequeños, más que nada para que no se quede ningún trozo entero sin triturar. Ponlo en el vaso de la batidora junto con el huevo, las anchoas escurridas, la mostaza, la salsa Worcestershire, el vinagre y el zumo de limón.
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Ahora añade también un poco de sal y pimienta. No te pases con la sal, que las anchoas ya hacen su trabajo. Mete el brazo de la batidora hasta el fondo del vaso y, sin moverlo, empieza a batir a velocidad media. Cuando veas que empieza a emulsionar, es decir, que la mezcla se va volviendo más densa y cremosa, empieza a echar el aceite poco a poco en forma de hilo fino, sin dejar de batir.
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Si ves que te ha quedado muy espesa y prefieres algo más suave, puedes echar una cucharadita de agua fría y batir de nuevo. Y ya está, la salsa está lista para usar. No hay misterio.
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Un apunte importante: esta salsa lleva huevo crudo, así que mejor consumirla en el mismo día y mantenerla en la nevera si no la usas toda.

Consejos para que la salsa César te quede de 10
- Usa ingredientes a temperatura ambiente, sobre todo el huevo. Si lo sacas de la nevera y lo usas frío, es muy probable que la salsa no emulsione bien y se corte. Esto es clave.
- No te saltes las anchoas, incluso si no eres muy fan. No le dan sabor a pescado, lo prometo. Aportan umami, ese sabor potente que hace que digas “mmm qué rica” sin saber por qué.
- Controla el ajo, porque un diente grande puede apoderarse de todo el sabor. Mejor poner uno pequeño o medio y, si te sabe a poco, ya rectificas en la siguiente tanda. Mejor quedarse corto que pasarse.
- No uses aceite de oliva virgen extra muy fuerte, porque mata los sabores del resto de ingredientes. Lo ideal es uno suave o incluso aceite de girasol si quieres un sabor más neutro.
- No muevas la batidora al principio. Este es uno de los errores más comunes. Hay que dejarla en el fondo hasta que empiece a espesar y luego ya puedes subir y bajar despacito para que emulsione bien.
- Si te queda demasiado espesa, un chorrito de agua fría lo soluciona sin problemas. Mejor eso que echar más aceite y que se te vaya la mano.
- Guárdala bien tapada en la nevera y consúmela el mismo día. Al llevar huevo crudo, no es para dejarla una semana. Si te sobra, mejor úsala como dip o para untar un bocadillo.
Cómo usar la salsa César casera (más allá de la ensalada)
Vale, lo típico es ponerle esta salsa a la ensalada César de toda la vida, con pollo a la plancha, lechuga romana, picatostes y queso parmesano. Nada que objetar ahí, está buenísima. Pero si te digo la verdad, en casa la usamos para un montón de cosas más.
Por ejemplo, va genial como salsa para wraps. Le pones un poco en una tortilla de trigo, añades pollo, lechuga, aguacate si tienes, y te haces un wrap buenísimo sin complicarte nada. También queda de lujo en los bocadillos fríos, tipo baguette con jamón cocido, queso y un poco de esta salsa. Le da un punto diferente sin ser demasiado fuerte.
Otra forma de usarla es como dip para crudités o patatas. Si haces unas patatas al horno crujientes y las mojas en esta salsa… ojo. Es un picoteo muy fácil que cambia con esta mezcla. También puedes acompañar con palitos de zanahoria, apio, pepino o lo que tengas por la nevera.
Y si un día haces una hamburguesa casera, prueba a cambiar el ketchup y la mostaza por esta salsa. De verdad te lo digo, el sabor cambia completamente. Pones lechuga, pollo empanado o incluso una de carne, un poco de cebolla… y con la salsa césar queda espectacular.
Y claro, como te decía al principio, cualquier ensalada se eleva de nivel con este aderezo. Vamos, que al final es una salsa versátil que puedes tener como fondo de nevera cuando sabes que vas a hacer algo rápido pero quieres que sepa a algo. No hace falta hacer una ensalada césar para disfrutarla.
Bueno, pues ya ves que la salsa césar no tiene tanto misterio como parece. Es una de esas recetas que, cuando la haces tú mismo, dices “¿y yo comprando la de bote todo este tiempo?”. Si te gusta cocinar, aunque sea poco, te recomiendo probarla. Y si no te gusta mucho cocinar, también, porque en realidad se hace en diez minutos y lo único que necesitas es no pasarte con el ajo y tener un poco de paciencia con la batidora.
Yo desde que empecé a prepararla así en casa ya no me planteo otra. Además, mola porque le puedes dar tu toque: más ácida, más cremosa, con o sin queso… eso ya va al gusto. Lo importante es perderle el miedo y probar.
Si te gustan las salsas que realmente marcan la diferencia, no puedes dejar de probar la receta de mayonesa casera, que se prepara en un momento y queda mucho más suave y sabrosa que cualquiera del supermercado; la receta de salsa tártara, ideal para acompañar pescados o patatas gracias a su mezcla de encurtidos, mayonesa y mostaza; la receta de chimichurri, perfecta para carnes a la brasa, con ese toque de ajo, perejil y vinagre tan típico argentino; y la receta de guacamole, que con aguacates maduros, lima, cebolla y un poco de cilantro se convierte en un básico irresistible para dipear o acompañar cualquier plato mexicano.