Salsa holandesa

Receta de salsa holandesa casera
Aprende a preparar la auténtica salsa holandesa casera. Te enseño mis trucos infalibles para que te quede perfecta y deliciosa. ¡Sin miedo a que se corte!

A ver, la salsa holandesa… Uff. Recuerdo perfectamente la primera vez que la probé, fue con unos huevos benedict en un brunch, hace ya unos años. El camarero trajo el plato y la vi ahí, brillante, como una capa dorada y apetitosa cubriendo el huevo escalfado. Tenía una textura tan sedosa que, la verdad, me dio pena hasta cortarla con el tenedor. Fue un antes y un después para mí. En ese momento, entendí por qué la gente se vuelve loca con esta salsa.

Luego, cuando me metí en la cocina y quise recrear esa magia, la cosa se complicó. Todo el mundo me decía que era muy difícil, que se cortaba con solo mirarla. Y sí, es cierto que tiene su cosa, su aquel, como se dice. Pero una vez que le pillas el truco, que entiendes cómo funciona, te das cuenta de que no es tan fiera como la pintan. Es una salsa de mantequilla emulsionada, básicamente, que le da un toque de lo más especial a casi cualquier plato.

Y mira, es que lo típico, ¿verdad? Uno piensa en la salsa holandesa y se le vienen a la cabeza los huevos benedict, pero te aseguro que es mucho más versátil. En casa me hacen la hola cuando la pongo con unos espárragos al vapor o con un buen salmón a la plancha. Es que le da un toque de alegría a cualquier cosa.

Receta de salsa holandesa casera

Ingredientes

  • 2 yemas de huevo
  • 125 g de mantequilla sin sal
  • 1 y 1/2 cucharadas de zumo de limón
  • Sal al gusto
  • Pimienta blanca molida al gusto

Cómo hacer salsa holandesa

  • Como Hacer Salsa Holandesa

    Lo primero, que es un paso que mucha gente se salta y la verdad es que marca una gran diferencia, es clarificar la mantequilla. A ver, esto suena muy técnico, pero es muy sencillo. Pon la mantequilla en un cazo pequeño a fuego muy bajo. La dejas que se derrita por completo sin que llegue a hervir.

  • Una vez que está derretida, la retiras del fuego y dejas que repose unos minutos en una jarra transparente. Es importante que sea transparente para que veas la separación de las capas. Al cabo de un rato, la grasa amarilla se quedará en el medio, el suero en el fondo y la espuma blanca en la superficie. Con una cuchara, vas quitando con cuidado esa espuma de arriba, que no nos interesa para nada. Luego, con mucha paciencia, viertes solo la parte de la mantequilla clarificada, la que queda en el medio, en un bol limpio, sin que caiga el suero del fondo. ¿Ves? Es un poco más de trabajo, pero de verdad que la salsa lo agradece.

  • Mientras la mantequilla reposa, prepara el baño maría. Esto es fundamental, porque el control de la temperatura es la clave para que la salsa holandesa no se corte. En un bol que aguante bien el calor, pon las yemas, el zumo de limón, la sal y la pimienta. Luego, coloca este bol sobre una olla con agua caliente, pero fíjate bien, sin que el agua hierva ni toque la base del bol. La idea es que las yemas se cocinen con el vaporcito, no con el calor directo.

  • Con el bol sobre el baño maría, empieza a batir las yemas sin parar con unas varillas. Verás que poco a poco se van volviendo más claras, espumosas y aumentan de volumen. A este proceso se le llama emulsionar. Cuando las yemas hayan cogido esa textura cremosa, empieza a añadir la mantequilla clarificada que habíamos dejado reposar.

  • Es importantísimo que añadas la mantequilla muy despacio, como si fuera un hilito, mientras sigues batiendo sin parar. Es aquí donde se nota el porqué de clarificarla: la salsa te quedará mucho más fina y con un brillo espectacular. Una vez que hayas incorporado toda la mantequilla, retira el bol del baño maría y comprueba la textura. Te tiene que quedar una salsa sedosa y con cuerpo.

  • Ahora que ya la tienes perfecta, la sirves inmediatamente. Esta salsa, al llevar mantequilla, se solidifica muy rápido si se enfría, así que lo mejor es tener el plato ya preparado y echarla por encima en el último momento, o mantener la salsa a baño maría, con el fuego apagado.

Salsa Holandesa Cómo Se Hace

Consejos para hacer salsa holandesa

  • La temperatura es la clave: No me cansaré de repetirlo. Los ingredientes, sobre todo las yemas, tienen que estar a temperatura ambiente. Y el baño maría, crucial. Si el agua hierve o el bol toca el agua, las yemas se cuajan y la salsa se corta.
  • Paciencia y ritmo: Batir es el verbo más importante en esta receta. Tienes que batir con constancia y sin parar, sobre todo cuando vas añadiendo la mantequilla. Al principio puede parecer un rollo, pero de verdad, es lo que hace que la salsa emulsione bien. Y lo de añadir la mantequilla en un hilo fino, no lo olvides.
  • Cómo arreglar la salsa si se corta: Esto es lo típico que te pasa y te quieres morir, pero tiene arreglo. Si ves que la salsa se te empieza a separar y a cortar, retira el bol del fuego. En otro bol, pon una yema de huevo y unas gotitas de agua muy fría y bate con energía. Luego, ve añadiendo poco a poco la salsa cortada y sigue batiendo. Con suerte, volverá a emulsionar.
  • ¿Se puede conservar o congelar?: A ver, la verdad es que la salsa holandesa es una salsa que se tiene que consumir en el momento. No se puede guardar en la nevera porque la mantequilla se solidifica y es casi imposible volver a recuperar esa textura sedosa. Y congelar, pues mira, ni se te ocurra. Se estropea por completo. Lo mejor es que la hagas justo antes de servir, ya verás que te merece la pena.

Cómo acompañar la salsa holandesa

La verdad es que, aunque la reina de las combinaciones sean los huevos benedict, la salsa holandesa es mucho más versátil de lo que parece. En casa, la usamos para un montón de cosas. Por ejemplo, a mis hijos les cuesta a veces comer verdura, pero si les pongo unos espárragos trigueros a la plancha o unos brócolis al vapor con un buen chorro de esta salsa por encima, se los comen sin rechistar. Es que el sabor suave de la mantequilla y el punto de acidez del limón combinan de maravilla con el dulzor de las verduras.

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También te aseguro que es la pareja perfecta del pescado, especialmente del salmón. Un filete de salmón a la plancha o al horno, con un poco de sal y pimienta, y luego una cucharada generosa de esta salsa por encima, ¡uff! Es un bocado de dioses. La grasa del salmón se equilibra de maravilla con la salsa, y el conjunto es espectacular.

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Y ya si nos ponemos un poco más originales, puedes usarla para darle un toque diferente a unas patatas cocidas o asadas. Mira, lo típico, si te sobran unas patatas de la comida, las cortas a rodajas, las calientas un poco y le echas la salsa por encima. Es una forma de aprovechar las sobras y que parezca un plato totalmente nuevo y mucho más elaborado. La verdad es que una vez que le coges el truco a la salsa holandesa, no paras de encontrarle usos.

Bueno, y llegamos al final. La verdad es que, aunque al principio puede parecer una receta de esas de alta cocina, con lo de clarificar la mantequilla y el baño maría, te aseguro que es más maña que otra cosa. Es de esas salsas que cuando te salen bien, te sientes como una verdadera chef en tu casa. Y lo mejor de todo es la cara de los tuyos cuando la prueban y no se creen que la has hecho tú. Es que, mira, no hay nada como el sabor de lo casero. Así que, de verdad, anímate a probarla. Te prometo que la primera vez que te salga, ya no querrás volver a comprarla.

Si buscas otras salsas para animar tus platos, no puedes dejar de probar la salsa roquefort, que es perfecta para acompañar la carne con ese sabor fuerte y cremoso del queso; la salsa tzatziki, que es un clásico griego de yogur y pepino super refrescante, ideal para el verano o con unas brochetas; la salsa césar, que es la que le da ese toque tan especial a las ensaladas con su sabor salado y cremoso; y la salsa tártara, que la verdad es que es la pareja perfecta de cualquier pescado frito o rebozado.

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